Francisco: el hereje prudente





Víctor Manuel Fernández: "Con Francisco se volvió inadmisible una Iglesia condenatoria"

"Los más conservadores tratan a Francisco de hereje y afirman que hay que destronarlo"


( Sergio Rubin, en Valores Religiosos ).- Monseñor Víctor Manuel Fernández, rector de la UCA y hombre muy cercano al Papa, reflexiona sobre estos cinco años de pontificado, que han dado un giro a la Iglesia, en todos los aspectos, irrevocable.

Al echar un vistazo sobre los primeros cinco años del actual pontificado parece insoslayable recordar la situación compleja en varios frentes por la que atravesaba la Iglesia cuando fue elegido Francisco, precedida de la histórica renuncia de Benedicto XVI. ¿Qué piensa?

Por diversas razones externas a la persona de Benedicto XVI -un hombre sabio y ejemplar- y en buena parte por dificultades de comunicación, la Iglesia estaba pasando por un mal momento, era poco escuchada en los ámbitos internacionales y la imagen positiva de la institución había caído mucho. Por otra parte, muchos sectores de la misma Iglesia reclamaban un nuevo ímpetu misionero, como se había expresado claramente, por ejemplo, en el documento de Aparecida.

Los primeros gestos y afirmaciones de Francisco sorprendieron no sólo a los católicos, sino al mundo: una serie de actitudes de austeridad y sencillez, un deseo de una "Iglesia pobre para los pobres". ¿En qué medida ese estilo impregna hoy a toda la institución?

Este es un punto donde se advierte la autenticidad de Francisco, más allá de sus sonrisas y de su novedosa alegría, ya que siempre se caracterizó por una austeridad extrema, hasta el punto que a muchos nos parecía inimitable: no se tomaba vacaciones, no ahorraba, no gastaba en ropa ni en gustos personales, no salía a comer afuera, no se daba ningún gusto. Los demás necesitamos algunos respiros, pero él admirablemente no. Por eso me indigna mucho cuando algunos pretenden acusarlo de haber hecho cosas por dinero. Además de su austeridad, otra nota fuerte es su cercanía paterna, la del padre que sufre con el dolor de sus hijos, que no se desentiende del drama de los más débiles, que sabe escuchar sin juzgar, que acaricia y también soporta con paciencia. ¿Quién puede pensar que después de Francisco pueda prosperar un papado condenatorio, que ostente poder y riqueza, que no esté dispuesto al diálogo con todos, que ignore a los débiles de este mundo?


Otra clave que de a poco emergió con fuerza fue su actitud respetuosa y comprensiva ante diversas realidades humanas. Acaso la más emblemática la patentizó en la frase: "Quién soy yo para juzgar a un gay que busca sinceramente a Dios". ¿Fue un punto de inflexión?

Quienes han tenido la suerte de hablar con él varias veces o de pedirle consejo a causa de problemas personales, saben de la gran caridad de este hombre, que comprende el misterio de cada persona, reconoce su drama, se pone en el lugar del otro, y sabe valorar los pequeños pasos que el otro pueda dar, aunque aparentemente sea menos valorado. Es la actitud de cualquier padre, que quiere educar a un hijo pero no puede dejar de abrazarlo con paciente ternura. Esa frase que usted menciona es una expresión contundente de esta actitud, y después de esa frase hay cosas que la Iglesia ya no puede hacer: se ha vuelto inadmisible cualquier actitud condenatoria, agresiva o autoritaria con los que piensan diferente o tienen dificultades para sobrellevar el peso de sus límites.

Sin embargo, cuestiones como el establecimiento de la posibilidad de que los divorciados vueltos a casar, tras un análisis caso por caso, puedan comulgar suscitaron y aún suscitan en algunos sectores resistencias. ¿Considera que ello le pone límites a su ímpetu reformista?

Francisco quiso dar ese paso con discreción y sin demasiado ruido, porque consideraba que se trataba de una actitud pastoral básica, propia de un padre espiritual que entiende la situación concreta de las personas. Pero armó un revuelo impresionante en los sectores más conservadores, que tratan a Francisco de hereje, afirman que hay que destronarlo, o amenazan con un cisma, como si a causa de este asunto se viniera abajo todo el Evangelio. Las voces de estos sectores se amplifican mucho debido a que están utilizando mucho los blogs, publicaciones en Internet y las redes sociales. Pero ciertamente responden a sectores muy minoritarios de la población creyente. No obstante, están más representados en los laicos de algunos movimientos y en los centros de poder de la Iglesia. Evidentemente, esto lleva al Papa a una actitud prudente que requiere evitar los apresuramientos.

¿En qué medida logró una Iglesia menos centralista, más colegial, menos "controladora" y más "facilitadora" de la propagación de la fe, menos clerical y con mayor espacio para los laicos, una Iglesia con menos pujas internas, más despojada del poder y los privilegios y, en definitiva, más libre?

Que la Iglesia es menos controladora con Francisco es algo evidente. Fijate en este hecho: si pocos años atrás alguien trataba al Papa de hereje o de difusor de errores doctrinales, inmediatamente recibía un fuerte llamado de atención o sanciones importantes de parte del Vaticano. Hoy eso no sucede. Hasta algunos miembros de la Curia romana, que son sus empleados directos, se dan el gusto de emitir fuertes opiniones que no van en la línea de Francisco. Dentro de la Iglesia hay una libertad de opinión inaudita. Además, si alguna persona consagrada pretende privilegios, hoy eso no es fácilmente aceptado. Está claro que hay otros aires, de una Iglesia más libre y evangélica.

¿Siente que en su defensa de los pobres e incluso de los refugiados Francisco es incomprendido por algunos, hasta a veces duramente atacado? ¿Puede decirse que está emergiendo una Iglesia más comprometida con los "descartados", con el medio ambiente y, en fin con un economía más humana?

Es muy atacado por estos temas. Pero ¿quién puede pretender que un Papa se dedique a defender los intereses de las empresas multinacionales, por ejemplo? Se defienden solas. Tienen un enorme poder hasta para comprar todos los grandes medios de un país. Lo más natural es que un Papa, fiel al Evangelio, opte por defender a los más frágiles del sistema, a los que se quedan afuera, aunque eso despierte las iras de los que sueñan con acumular más riquezas reduciendo costos y expulsando gente. Estas iras hoy inciden más que antes debido al enorme peso de los medios y de las redes sociales. Antes pocas personas leían un periódico. Hoy son muchos los que siguen las noticias por Internet, y predomina quien tiene más habilidad y recursos para instalar un tema. Años atrás, un señor muy conservador y negativo sólo hablaba con su esposa, porque ni los vecinos soportaban escucharlo. Ahora esa persona puede abrir un blog y difundir también mentiras y calumnias, o sospechas infundadas, y siempre tendrá lectores. También puede dedicar todo el día a opinar en los foros de Internet y su voz se amplifica. Las personas más moderadas y serenas, que son la mayoría, parecen actuar menos decididamente en este sentido.

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