Anécdota de un sacerdote exorcista





En Italia, un sacerdote exorcista, conocido en su parroquia por su poderosa oración de intercesión, me contó que un día un joven muy atribulado vino a verlo esperando poder conversar con él porque estaba desesperado y había llegado al límite. En efecto, no solamente estaba físicamente enfermo, sino que además se encontraba continuamente atormentado espiritualmente. En efecto, había incursionado en prácticas ocultas, devastadoras para el alma, ¡sin hablar de la droga, el alcohol y otras cosas nocivas! Pero en ese momento el sacerdote estaba ocupado con otro caso difícil y no podía interrumpir su trabajo. Sin embargo, viendo el sufrimiento de este muchacho no quería decepcionarlo.
Se acordó entonces de la hermosa estatua de la Virgen que había ubicado bien a la vista en su iglesia. Es la Virgen de la rue du Bac en París, la Medalla Milagrosa. Tiene las manos abiertas y de los anillos de sus dedos surgen rayos que representan las gracias que Ella regala a quienes se las piden. Para no dejar a esta oveja perdida en sus horribles tinieblas, el sacerdote lo invita a que tenga una gran confianza en la Santísima Virgen y le dice:

- ¡Ve a rezar delante de la estatua y mírala atentamente a los ojos! ¡Ella es tu Madre y te ayudará!
page1image17360 page1image17520


Desilusionado por no haber podido abrir su corazón a este sacerdote, el joven se arrodilla delante de la Virgen y le grita toda su miseria, concentrándose en sus ojos. De repente, experimenta un gran alivio que le llega a través de la mirada de la Virgen. Nunca antes en toda su vida había experimentado tal ternura maternal. Rebosante de alegría, permaneció durante largo rato delante de la imagen. ¡Era como un bálsamo que penetraba su cuerpo, su corazón y su alma! Cuando finalmente se retiró, ¡estaba curado y liberado! 

La Virgen María, elegida por Dios para aplastar la cabeza de la serpiente, era precisamente la persona indicada para socorrer a este hijo suyo extraviado, engañado por las falsas promesas que el mundo les ofrece a los jóvenes. Con su compasión maternal, María había obtenido esta liberación de parte de Dios.

Queridos amigos, no es por nada que este mes la Virgen nos repite nuevamente: “Los miro con inmenso amor y por gracia de Dios me manifiesto a ustedes. Hijos míos, vengan conmigo; ¡que su alma exulte de alegría!” 


Del boletín de Sor Emmanuel, Medjugorje