El poder del Nombre de María



Las Glorias de María

Dios reveló a santa Brígida que ha concedido tan gran poder a María para vencer a los demonios, que cuantas veces asaltan a un devoto de la Virgen que pide su ayuda, a la menor señal suya huyen despavoridos, prefiriendo que se les multipliquen los tormentos del infierno a verse dominados por el poder de María.
“Como lirio entre espinas, así es mi amiga entre las vírgenes” (Ct 2, 2). 

Comentando estas palabras en que el esposo divino alaba a su amada esposa cuando la compara con la azucena entre espinas, que así es su amada entre todas, reflexiona Cornelio a Lápide y dice: “Así como la azucena es remedio contra las serpientes y sus venenos, así invocar a María es remedio especialísimo para vencer todas las tentaciones, sobre todo las de impureza, como lo comprueban quienes lo practican.

Decía san Juan Damasceno: “Oh Madre de Dios, teniendo una confianza invencible en ti, me salvaré. Perseguiré a mis enemigos teniendo por escudo tu protección y tu omnipotente auxilio”. Lo mismo puede decir cada uno de nosotros que gozamos la dicha de ser los siervos de esta gran reina: Oh Madre de Dios, si espero en ti jamás seré vencido, porque defendido por ti perseguiré a mis enemigos, y oponiéndoles como escudo tu protección y tu auxilio omnipotente, los venceré. El monje Jacobo, doctor entre los padres griegos, hablando de María con el Señor, así le dice: “Tú, Señor mío, me has dado esta Madre como un arma potentísima para vencer infaliblemente a todos mis enemigos”.

4. María es nombre de victoria contra el mal
“¡Cómo tiemblan los demonios –afirma san Bernardo– con sólo oír el nombre de María!” “Al nombre de María se dobla toda rodilla. Y los demonios no sólo temen, sino que al oír esta voz se estremecen de terror”. “Así como los hombres –dice Tomás de Kempis– caen por tierra espantados cuando oyen el estampido de un trueno cercano, así caen derribados los demonios cuando oyen que se nombra a María”. ¡Qué maravillosas victorias han obtenido sobre sus enemigos los devotos de María con sólo invocar su nombre! 

Así lo venció san Antonio de Papua; así el beato Enrique Susón; así tantos otros amantes de María. Refieren las relaciones de las misiones del Japón que a un cristiano se le presentaron muchos demonios en forma de animales feroces para amenazarlo y espantarlo, pero él les dijo: “No tengo armas con qué asustaros; si lo permite el Altísimo, haced de mí lo que os plazca. Pero, eso sí, tengo en mi defensa los dulcísimos nombres de Jesús y de María”. Apenas dijo esto cuando a la voz de
estos nombres tremendos se abrió la tierra y se tragó a los espíritus soberbios. San Anselmo asegura con su experiencia haber visto y conocido a muchos que al nombrar a María se habían visto libres de los peligros.

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“Glorioso y admirable es tu nombre, ¡oh María! –exclama san Buenaventura–. Los que lo pronuncian en la hora de la muerte no temen, pues los demonios, al oírlo, al punto dejan tranquila el alma”. Muy glorioso y admirable es tu nombre, oh María; los que se acuerdan de pronunciarlo en la hora de la muerte no tienen ningún miedo al infierno, porque los demonios, en cuanto oyen que se nombra a María, al instante dejan en paz a esa alma. Y añade el santo que no temen tanto en la tierra los enemigos a un gran ejército bien armado, como las potestades del infierno al nombre de María y a su protección. “Tú, Señora –dice san Germán–, con la sola invocación de tu nombre potentísimo aseguras a tus siervos contra todos los asaltos del enemigo.