¿Te examinas de los pecados de omisión?

Blog CATOLICIDAD

Las convicciones que ocultamos por el miedo a que nos tachen de anticuados...

La blasfemia o el chiste irrespetuoso que complacientemente escuchamos, temerosos del qué dirán si protestamos...

Los silencios cómplices al no manifestar y defender la Verdad y el Bien, por el miedo a la opinión de terceros...

Las herejías que toleramos al cura modernista para no incomodarnos por el qué dirán los demás fieles o el propio cura...

Las preces omitidas que incidieron en almas que no cambiaron de vida y se condenaron porque no hubo quien orase por ellas, haciendo caso omiso a lo que pidió y advirtió la Virgen en Fátima...

Las misas que no mandamos decir y las oraciones que no hicimos por nuestros parientes y por las almas del purgatorio, en general, para que alcanzaran pronto la bienaventuranza eterna...

Las tolerancias al mal comportamiento de nuestros hijos para evitarnos problemas...

Las correcciones que debimos hacer y que por comodidad callamos...

Las almas que, pudiendo, no engendramos para Dios, pero que nuestro egoísmo disfrazó de "paternidad responsable", acallando nuestro deber de fecundidad...

La lágrima que vimos rodar en el rostro de quien camina a nuestro lado y por no querernos involucrar, no la enjugamos... 

El suéter que no quisimos quitarnos para darlo aquel mendigo que tiritaba de frío, pues nos costó mucho dinero... 

El pedazo de pan que no compartimos, porque nadie nos lo regaló, y que justificamos diciendo que por nuestro propio esfuerzo lo obtuvimos... 

La riña que no quisimos evitar, para no meternos en problemas que no son nuestros... 

La herida que no quisimos curar, porque no fuimos nosotros quien la hicimos... 

La palabra de aliento o el buen consejo que nunca regalamos a quien encontramos afligido o necesitado, porque "no tenemos tiempo" para ello...

La paciencia que no mostramos ante los defectos del prójimo...

El tiempo que negamos para escuchar a alguien que necesitaba hablar, diciéndonos que no podíamos perderlo...

Los conocimientos que pudimos compartir y que egoístamente nos reservamos...

La limosna que no ofrecimos, porque -sin tener verdadero fundamento- pretextamos que no queremos contribuir a la mendicidad y ociosidad...

La sonrisa que no regalamos a aquel que encontramos en el camino, porque no tiene nada que ver conmigo... 

El perdón que no ofrecimos...

La disculpa que nuestro orgullo silenció...

La carta que alguien esperó y nunca escribimos...

La visita que no hacíamos a nuestros padres o parientes solos o ancianos...

La formación religiosa deficiente para nuestros hijos (o apenas para la Primera Comunión) y los sacramentos diferidos 
(deben ser: Bautismo, en peligro de muerte o antes del mes de nacido; Confesión -primero- y Primera Comunión -después-, al llegar al uso de razón, etc.)...

El adoctrinamiento religioso que no impartimos a nuestros sirvientes...

El aborto que se cometió y que tal vez nuestro consejo hubiera evitado...

La visita a ese enfermo o a ese preso que quedó solo en el olvido...

La medicina que pudimos regalar al enfermo grave y necesitado, pero como alcanzaba a afectar nuestra economía nunca adquirimos...

La confesión y comunión omitidas que anualmente, al menos, nos obligan los mandamientos de la Iglesia...

Los días de ayuno y abstinencia de carne rotos en días obligatorios...

Las misas dominicales a las que no asistimos sin razón suficiente...

Las oraciones de agradecimiento a Dios que omitimos (¡para pedirle no lo olvidamos!), las visitas de amor al Santísimo sacramento que nunca hicimos, el estudio de nuestra fe que siempre pospusimos, la lectura espiritual que no realizamos nunca.... todo con la excusa de que no disponemos de tiempo o estamos muy, muy, pero muy agotados...

En fin...TODO aquello que pudiendo y debiendo hacer no realizamos por pereza o egoísmo.

Obrar bien no solo consiste en evitar el mal, pues las omisiones culpables también son pecados.

Debemos, pues obrar el bien y no solo evitar el mal.

Qué pena y dolor por todo aquello que hemos omitido durante nuestra vida. Habrá algunas omisiones reparables... Otras ya no tienen remedio.

Pidamos perdón a Dios por todas y acusemos al Confesor las que hayan sido materia grave y corrijamos todo aquello que todavía sea reparable.

El creyente realmente debe, positivamente, amar a Dios sobre todas las cosas, y a su prójimo en la misma medida que a sí mismo se ama. No olvides, pues, examinar frecuentemente también los pecados de omisión (y especialmente al realizar el examen de conciencia, pues no basta analizar los mandamientos de Dios, de la Iglesia y los pecados capitales). Aquí solo hemos enumerado algunos. Analiza tus particulares obligaciones sobre tu estado de vida, y cuáles se desprenden de esto.