Confidencias de un alumno salesiano



Entre los miles de alumnos que tuvo el gran educador San Juan Bosco, el más famoso fue Santo Domingo Savio, joven estudiante que murió cuando apenas le faltaban tres semanas para cumplir sus 15 años.
De un sueño de san Juan Bosco:

Domingo Savio me presentó un magnífico ramillete que tenía en la mano. Había en él rosas, violetas, girasoles, gencianas, lirios, siemprevivas, y entre las flores, espigas de trigo. Me lo ofreció diciéndome: 

—¡Mira! 

—Ya veo, pero no entiendo lo que me quieres decir. 

—Entrega este ramillete a tus hijos, para que puedan ofrecérselo al Señor cuando llegue el momento; procura que todos lo tengan, que a ninguno le falte ni se lo deje arrebatar. Ten la seguridad de que si lo conservan, esto será suficiente para que se sientan felices. 

—Pero ¿qué significa este ramillete de flores? 

—Consulta la Teología; ella te lo dirá y te dará la explicación.

—La Teología la he estudiado, pero no sabría encontrar en ella el significado del ramo que me ofreces. 

(...)

—¿Ves estas flores? Representan las virtudes que más agradan al Señor. 

—¿Y cuáles son? 

—La rosa es símbolo de la caridad; la violeta, de la humildad; el girasol, de la obediencia; la genciana, de la penitencia y de la mortificación; las espigas, de la Comunión frecuente; el lirio simboliza la bella virtud de la cual está escrito: Erunt sicut Angelí Dei in cáelo: la castidad. La siempreviva quiere indicar que estas virtudes han de ser perennes, simbolizando la perseverancia. 

Bien, Domingo, tú que durante tu vida practicaste todas estas virtudes, dime: ¿qué fue lo que más te consoló a la hora de la muerte? 

—¿Qué crees tú que pudo ser?:—, contestó Domingo Savio. 

—¿Fue tal vez el haber conservado la bella virtud de la pureza? 

—No, eso solo, no. 

—¿Quizás la tranquilidad de conciencia? 

—Cosa buena es esa, pero no la mejor. 

—¿Acaso fue la esperanza del Paraíso? 

—Tampoco. 

—Pues ¿qué entonces? ¿El haber hecho muchas buenas obras? 

—¡No, no! 

—¿Cuál fue, pues, tu mayor consuelo en aquella última hora?—, le insistí confuso y suplicante, al ver que no lograba adivinarlo. 

Lo que más me confortó en el trance de la muerte fue la asistencia de la potente y bondadosa Madre de Dios. Dilo a tus hijos; que no se olviden de invocarla en todos los momentos de la vida. Pero... habla pronto, si quieres que te responda.