No hay que obedecer ciegamente al Papa



Entrevista a Mons Schneider (Adelante la Fe)

-Monseñor Schneider, sabemos que como católicos debemos someternos a la autoridad del papa, sin embargo ante la confusión cada vez mayor entre los fieles generada por las libres y catastróficas interpretaciones de la exhortación apostólica Amoris Laetitia, con la comunión a adúlteros, Lutero como testigo del evangelio, restitución del gran canciller de La Orden de Malta, acusado de permitir la distribución de condones; hay un número de fieles cada vez mayor que ya no quieren someterse a la autoridad del papa ni de sus autoridades, con un alto riesgo de adoptar una postura sedevacante. Como católicos interesados en mantenernos dentro de la Iglesia Católica, ¿cómo podemos sostener y reconocer la autoridad del papa, sin obedecer cosas contrarias a lo que siempre ha sido la fe católica? ¿La sumisión a la autoridad del papa es lo mismo que obediencia ciega?
-MS: No. Como católicos y esta es una característica de ser católicos, debemos estar sometidos canónicamente al papa, al Vicario de Cristo, aceptar su autoridad, tener respeto por él, rezar por él y tenerle un amor sobrenatural básicamente. Esto no significa una obediencia ciega, por supuesto que no, porque no estamos en una dictadura. En una dictadura sí, debes obedecer ciegamente, o cuando estás en el ejército, no hay cuestionamientos. Pero estamos en una familia, la Iglesia es una familia donde también es posible discutir, donde también es posible en alguna forma la corrección con respeto y con amor. Y cuando esto no es posible entonces no hay una verdadera atmósfera de espiritualidad de Iglesia, habría una atmósfera de intimidación, de represión, de temor, y esto no es la atmósfera del Espíritu Santo de ninguna manera.
Por lo tanto, tomamos ejemplos de santos en la Iglesia, santa Catalina de Siena – Doctora de la Iglesia-, ella mantuvo siempre un profundo amor y respeto al papa, pero le escribió varias cartas con muchas críticas severas, por amor a él. Ella amonestó al papa y esto fue algo correcto y la Iglesia la reconoce como santa y es Doctora de la Iglesia. Incluso ella le escribió una carta a uno de los papas de entonces, el cual hizo mucho daño a la Iglesia y fue finalmente responsable por el gran cisma: “Santo Padre si no se convierte por favor apártese y renuncie al papado, escribo esto por amor a su persona, por su salvación eterna y por la Iglesia”. Esta actitud no es sectaria, no es cismática, no está en contra del papa… de ninguna manera. Y en este sentido creo que, mientras mencionas estos problemas, que debemos de mantener siempre la visión sobrenatural del papado y del papa, pero no debemos idolatrar al papa ni practicar la papolatría haciendo del papa un Dios divinizándolo. Esto es contrario al Evangelio, esto está en contra de la tradición de los Padres de la Iglesia.
Pienso que hubo una evolución en la Iglesia en los últimos cien años hacia esta poco saludable papolatría que en cierta forma diviniza al papa. Esto está en contra de la tradición más antigua y constante de la Iglesia. Quizás esta crisis que estamos actualmente experimentando, ayudará a la Iglesia a tener un mayor balance en relación a la actitud con el papa, para evitar tener esta extrema papolatría y divinización del papa y permitirle a la Iglesia la posibilidad de hacer de una manera también respetuosa y amorosa una apelación al santo padre cuando exista un peligro, un peligro objetivo para el bien común de la Iglesia. Como san Agustín escribió, y santo Tomás de Aquino, citándolo, cuando san Pablo realizó una corrección al primer papa, Pedro, y lo hizo públicamente, no de manera privada, en la carta que escribe a los gálatas en un asunto que no era tanto doctrinal ni dogmático sino más bien práctico y pastoral sobre un error de Pedro, y entonces Pablo hace esto… san Agustín dice que Pedro fue tan humilde y tan sabio que aceptó esta corrección, él no dijo “ustedes están en contra mía, son herejes, son cismáticos”, ¡no!. Él aceptó esto con gratitud y así debería hacer el papa en estos días: “gracias mis queridos hermanos, hijos e hijas, cuando me informan que hay algún peligro para la fe, para el bien común de la Iglesia, yo reflexionaré, no me enojaré con ustedes” y así el papa debería decir también a los obispos y a los cardenales: “no estoy enojado con ustedes cuando señalan algo incluso públicamente”, incluso hay un ‘no’ como posibilidad.
La corrección de san Pablo fue pública e incluso lo escribió en sus cartas que están inspiradas por el Espíritu Santo, para todas las generaciones que hasta el fin del mundo leerán la corrección al primer papa, como Palabra de Dios. Pablo hizo esto público. Si Pablo viviera hoy usaría internet porque este sería el medio público como en su tiempo fue su epístola que envió a todas las Iglesias. Por lo tanto, para mí no hay ninguna dificultad ni es problema el que los cuatro cardenales hayan publicado esta apelación pública al papa. Debería de ser por supuesto una situación excepcional, pero estamos siendo testigos de una situación excepcional de confusión que es de cierta forma sin precedentes en la historia de la Iglesia porque esta confusión está creciendo en el mundo entero y está alcanzando a casi todas las doctrinas básicas de la Iglesia y no sólo una en específica. El asunto del divorcio, de la Eucaristía, de la ley moral de Dios, es básico, el relativismo donde la verdad y el error están al mismo nivel.


Así que estamos siendo testigos de una crisis de fe que es realmente casi universal y, por lo tanto, en tales casos excepcionales pueden aceptarse recursos excepcionales que contribuyan para ayudar a detener esta crisis. Pero, debo añadir que, y esto quisiera decírselo a los fieles, los recursos más poderosos no lo son una apelación al papa o una especie de conexión fraterna o filial. Estos no son los recursos principales. Creo que esto no producirá el mejor efecto. Nosotros tenemos el recurso más poderoso para ayudar al papa, para que él pueda ayudar a la Iglesia a superar esta confusión doctrinal, y es a través del recurso de la oración, a través de un intensivo recurso de oración profunda e incluso de sufrimiento, de hacer trabajos de reparación, de expiación a favor del papa, por su alma, que él pueda recibir la orientación de Dios, la luz para confirmar a la Iglesia entera sin ambigüedades, en las verdades, como lo hizo san Pedro y casi todos sus sucesores. Así que estos son nuestros medios, la oración, el sacrificio, y esto es lo más poderoso, y Dios lo aceptará estoy convencido, y guiará a la Iglesia fuera de esta crisis tal y como Él lo ha hecho tantas veces en los últimos 2.000 años.