¿De qué depende nuestra salvación?

Jesús a Natalia Magdolna, Hungría 


Le pregunté un día a Jesús:
—¿De qué depende nuestra salvación?

Y Él me contestó:

La salvación no depende de hoy, de mañana o de ayer, sino del último momento. Por eso ustedes deben arrepentirse constantemente. Ustedes se salvan porque Yo los he salvado y no por sus méritos. Solamente el grado de la gloria que ustedes reciban en la eternidad depende de sus méritos. Por lo tanto, ustedes tienen que practicar constantemente dos cosas: el arrepentimiento de sus pecados y decir con frecuencia: “Oh, Jesús mío, en Tus Manos encomiendo mi alma”.

Uno no debe tener miedo al juicio. Jesús, como humilde Cordero, rodea las almas con un Amor indescriptible. El alma que ansía estar limpia llega al juicio para poder encontrarse con el Amor mismo de Quien ella estará enamorada eternamente. En cambio, el alma orgullosa, detesta este Amor, ella misma se distancia de Él y esto en sí mismo es el infierno.

Una vez, apoyada en el hombro de Jesús, yo lloré preguntándole:

—¿Por qué creaste el infierno?

Para contestarme, Jesús me llevó al juicio de un alma muy pecadora, a quien le perdonó sus pecados. Satanás estaba furioso:

—¡Tú no eres justo! —gritaba—. ¡Esta alma fue mía toda su vida! Éste cometió muchos pecados, mientras que yo cometí sólo uno y Tú creaste el infierno para mí.
—¡Lucifer! —le contestó Jesús con Amor infinito—. ¿Tú, alguna vez, Me pediste perdón?

Entonces Lucifer, fuera de sí, gritó:

—¡Eso nunca! ¡Eso nunca lo haré!

Entonces Jesús se volvió hacia mí, diciéndome:

—Ya lo ves, si él Me pidiera perdón tan sólo una vez, el infierno dejaría de existir.

Es por esto que Jesús nos pide que vivamos en continua conversión. Debemos meditar todo lo que Él sufrió por nuestros pecados para que podamos alcanzar la salvación. Hemos de amarle por Su Amor profundo. “Cada alma es un mundo único”, —me dijo—. “Una no puede reemplazar a otra”. Jesús ama a cada alma con un amor especial, y ese amor no es el mismo amor que tiene para las otras.


Cómo prevenir las tentaciones del demonio

—Mira, hija Mía, si tienes un gran pesar, y no puedes orar, si estás confundida acerca de algo, si estás lastimada, si te sientes apagada y no tienes fuerzas para nada, dime solamente con confianza y amor: “¡Jesús, Jesús!”. Entonces, oyendo Mi Nombre, los Ángeles, los Santos y Mi Madre Inmaculada, se postran ante Mí y Me adoran y el infierno se cierra, ya que el infierno está también bajo el poder de Dios y debe inclinarse ante Mi Nombre. En efecto, está escrito en la Biblia que el Cielo y la Tierra deberán inclinarse ante Mi Nombre. ¿No crees que el pronunciar Mi Nombre es una oración poderosa?
—Si durante la oración, tú no puedes hacer más que pronunciar Mi Nombre con amor y confianza; hazlo cada vez que respires, y así tú habrás rezado muy bien y podrás alcanzarlo todo.

Es por esto que nosotros no debemos convertir a los demás con la fuerza. Si alguien se encuentra lejos de nosotros, por ejemplo el padre, la madre o los hijos, es suficiente que recemos por ellos. De esta forma ellos son rodeados por una santa fuerza invisible. Todo esto debe ser a través de la Santísima Virgen, porque nosotros no podemos acercarnos a Jesús sin Su Madre, si queremos ser recibidos favorablemente por Él. Un hombre orgulloso no es capaz de hacer esto. Así Lucifer no pudo humillarse. Nuestra Madre lleva a todos Sus hijos en Sus brazos, los acaricia, les da Sus méritos y hace que Jesús pase por alto sus faltas. Si alguien desea acercarse a Jesús, entonces deberá dirigirse a Su Madre y entregarse totalmente a Ella. Entonces la Virgen seguramente protegerá y llevará a esa persona hasta Jesús.


María no eclipsa a Jesús

Yo era muy devota de María, pero cuando Jesús se me apareció, esa experiencia me llenó de tal forma que ya no podía pensar en nadie y en nada más que en Él. Por eso le pregunté un día a Jesús:

—¿Acaso no estoy ofendiendo a Tu Madre, si Te amo a Ti?
—Si tú quieres alegrar el Corazón de Mi Madre Inmaculada —me contestó Jesús sonriendo—, entonces dime: “Yo Te amo”.
—¡Jesús mío, desde ahora te diré siempre, “Yo Te amo”, para darle gusto a Tu Madre!

Si nosotros trabajamos para nuestra Santísima Madre como Sus apóstoles, no debemos pensar, ni por un momento, que Jesús esté ofendido por esto. Por esto un día Jesús me dijo: “Mi Madre Virgen no existe por Ella misma. Mi Madre Inmaculada y Yo somos uno. Si alguien Me ama, Mi Madre Inmaculada se regocija”.

La Madre de Jesús es indeciblemente feliz cuando nosotros le somos fieles a Jesús, Quien vive entre nosotros en el altar. En cambio, Jesús no es feliz si alguien descuida el honor a Su Madre. Jesús dijo: “Todo lo que tú Le digas a Mi Madre Inmaculada, Me lo estás diciendo a Mí, y si tú Le pides algo a Ella, tú Me lo estás pidiendo a Mí”.


¿Qué piensa Jesús de los hombres malvados?

En la pantalla de la televisión vi a un hombre que lanzó un perro tras unas personas que huían y el perro las despedazó. A mí me impresionó mucho que un hombre pudiera causarle tanto sufrimiento a otra persona y deseaba que el perro despedazara al hombre que lo había azuzado contra la gente. Entonces oí la voz triste de Jesús:

—Los que son torturados por otro hombre y mueren, reciben unas Gracias especiales de Mi parte y recibirán una indescriptible felicidad en la eternidad.

—¿Pero qué le ocurre a quien ha cometido un mal semejante?

—Aquel hombre también es Mi hijo, también por él he muerto. ¿Y tú ahora, quieres golpearlo? El mal que él cometió Me da menos pena que si tú, a quien Yo tanto amo, lo golpeas a él. Con este golpe tú Me hieres a Mí. Te ruego que no Me hagas daño. Mejor ruega por él para que pueda arrepentirse y no merezca ir a la eterna condenación sino que sea uno de los Míos.

Entonces Jesús me mostró qué tan ardientemente ama a los pecadores. Él me ama a mí como los ama a ellos. Jesús cubre nuestros pecados, con los cuales Lo estamos lastimando. No me atreveré a cometerlos de nuevo, porque no quisiera causarle dolor. Entendí que en el juicio final, cuando veamos nuestros pecados ya perdonados, seremos resplandecientes a causa del Amor de Jesús.