Resucitada para poder confesar un pecado

Prodigios de san Francisco 


1. En la población de Monte Marano, cerca de Benevento, murió una mujer particularmente devota de San Francisco.

Durante la noche, reunido el clero para celebrar las exequias y hacer vela cantando salmos, de repente, a la vista de todos, se levantó del túmulo la mujer y llamó a un sacerdote de los presentes, padrino suyo, y le dijo: «Quiero confesarme, padre; oye mi pecado. 

Ya muerta, iba a ser encerrada en una cárcel tenebrosa, porque no me había confesado todavía de un pecado que te voy a descubrir. Pero rogó por mí San Francisco, a quien serví con devoción durante mi vida, y se me ha concedido volver ahora al cuerpo, para que, revelando aquel pecado, merezca la vida eterna. Y una vez que confiese mi pecado, en presencia de todos vosotros marcharé al descanso prometido».


Habiéndose confesado, estremecida, al sacerdote, igualmente estremecido, y, recibida la absolución, tranquilamente se tumbó en el lecho y se durmió felizmente en el Señor.