Bergoglio, los Macabeos y “Silencio” de Scorsese



Un fotograma lamentable de “Silencio"
Por lo que me parece, la película sobre los mártires cristianos en el Japón del s. XVII, ambientada magníficamente por Scorsese, va a una con la deriva bergogliana: el amor al prójimo pasa por delante, escarnece y anula el amor a Dios. 
El film registra dos llamativas apostasías de sacerdotes jesuitas que no dudan en renegar de Cristo, a cambio de salvar la vida a unos cristianos. Pero pisar un crucifijo, como sucede en el film, es un acto de violencia suprema contra el Amor Infinito e Increado, materializado en la Humanidad de un Dios moribundo en la Cruz, mucho más execrable que el martirio de unos cristianos, que antes o después habrían de morir. Quien lo dude que lea la historia bíblica de los Macabeos.

Pues, ¿cómo se puede amar al hermano, si se denigra y maltrata al Primer Sujeto del Amor: Al que nos ha creado, nos ha dado una semejanza con Él, una vida terrena, y otra eterna paradisíaca si somos obedientes a sus mandatos, a un Ser cuya esencia es el Amor, y que merece el nuestro por encima de todo, por ser Él quien es, bondad infinita, perfección sin límites y que exige también una justa correspondencia a la tortura y muerte de su Hijo Jesucristo, sufridas para abrirnos las puertas del Cielo?.

No quisiera ser simplista, pero los vericuetos por los que se mete Francisco son muy parecidos: proclama el amor a los pobres, a los refugiados etc, olvidándose de que estos pobres y refugiados son dignos de ser amados en la medida en que son criaturas de Dios, pero que, sin embargo, no están por encima de Dios, creador de sus almas con un fin sobrenatural que ya empieza en esta vida. De ahí sus discursos, tantas veces hechos de un humanismo raso o que equipararan todas las religiones bajo el mismo mantra buenista.

Apostatar, es decir, abandonar la fe, es siempre algo relevante para la eternidad propia, tanto que si se muere en ese estado no se puede entrar en el Cielo y al contrario, el destino será un tormento que jamás acaba. ¿Cómo no será de extrema gravedad la apostasía en un jesuita que se ha consagrado a Dios hasta el punto de ya no pertenecerse? ¿Cómo puede entonces ensalzarse esta película por parte de medios católicos, con gran bombo publicitario, como por ejemplo en "La Civiltà Cattolica”, espejo del pensamiento de Francisco, (su director, el jesuita A. Spadaro publica un coloquio con Martin Scorsese que ocupa 22 páginas), sin ruborizarse?

Esta es la táctica de Francisco: enfrentar la misericordia a los demás, con el amor a Dios, vaciándolo, resultando una misericordia viciada y manipuladora, porque nadie que no ame a Dios, fuente de todo amor, y desde la cual aprendemos a amar, puede amar con amor verdadero a su hermano. Lo hemos visto en la polémica exhortación Amoris Laetitia que permite el sacrilegio eucarístico por parte de los divorciados “recasados”; dejándoles “misericordiosamente” comulgar, les enfrenta a las leyes de Dios y por tanto a Dios y pone sus almas en peligro de muerte eterna.

Tanto Bergoglio como la película, tergiversan el mandato divino que está en el primer lugar de las tablas de la ley, para ser observado por toda la humanidad: amarás a tu Dios sobre todas las cosas: con todo tu corazón, alma, fuerzas y mente. Sólo en segundo lugar, Dios manda amar al prójimo como a sí mismo. Si se cambia el orden de los mandamientos hasta ponerlos en oposición y exclusión, es que no se ama a Dios, ni mucho menos al prójimo. El fin (salvar vidas) nunca justifica los medios (apostatar), aunque se nos condicione empleando una fuerte carga emotiva.

María Ferraz