La iglesia de Bergoglio: un fraude difícil de calibrar


Danneels: cuando el diablo se disfraza de cardenal
La iglesia que dirige Bergoglio, es hoy, para muchos católicos un drama carnavalesco que no deja de sorprender día a día. Le surgen detractores por los cuatro costados, pues sus innovaciones contradicen el legado de Jesucristo para todos sus seguidores hasta el final de los tiempos. 

Si bien 4 cardenales han llevado la voz cantante pidiendo explicaciones a Francisco sobre sus relatos relativistas en cuanto a la moralidad de los actos humanos, hasta el punto que ha puesto en la picota el sexto mandamiento de la ley divina, hoy ya son más de 200 obispos y al menos 8 cardenales, además de miles de fieles que se han sumado al “filial appeal” de la web católica con este mismo nombre (llamada filial) dirigida a Francisco con la esperanza de que rectifique y aclare sus divagaciones modernistas que dan al traste con el magisterio católico de siempre.

Pero el culebrón sigue, y mientras un clérigo de la Rota Romana, incluido en la lista Pecorelli de miembros de la masonería eclesiástica, se ha lanzado a la yugular de los sabios cardenales, otros se han unido a la ofensa pública de los mismos, como algunos cardenales norteamericanos, recientemente nombrados por Bergoglio, o el presidente de la conferencia episcopal griega que los ha acusado de estar en pecado mortal, de cismáticos, de causar escándalo entre los fieles, de ofender al pontífice y otra serie de vituperios más propios de una arrabalera de mercado que de un “consagrado” a Dios. 


Todo esto podría pasar por un episodio más de malos entendidos entre hombres de la Iglesia, si no fuera porque vaticanistas, escritores y periodistas, entre ellos Austen Ivereigh, Edward Pentin, Paul Badde o Julius Müller-Meiningen, hablan claramente de una conspiración del grupo Sankt Gallen formado por varios cardenales (entre ellos Kasper, Lehmann, Danneels, Hume, Silvestrini, Murphy-O’Connor) con el fin de que Benedicto fuera relegado y subir al papado a Bergoglio, que había pactado con ellos con el objetivo de llevar a cabo una reforma de la Iglesia para cambiar la moral sexual, introducir la ordenación de  mujeres al sacerdocio o la apertura de los divorciados recasados a los sacramentos etc… 

Si a esto unimos que la ley vigente en cuanto a la elección del Papa según la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, de Juan Pablo II, impone la excomunión automática a cualquier cardenal que maniobre para votar a un candidato en particular, deducimos que quien siga a Bergoglio en realidad no está siguiendo a un verdadero Papa sino a un candidato subido por intereses, no sólo ajenos, sino enemigos de la Iglesia de Jesucristo.


Clara Jiménez