Aprendiendo a orar




Hay grupos de oración que rezan y rezan, y eso Me agrada, pero también deben leer la Biblia (sobre todo el Nuevo Testamento), deben estar instruidos y deben de orar a solas Conmigo en el Sagrario, pues los rezos son como monedas que dais al Banco Celestial y son muy buenos, pero el diálogo a solas Conmigo, os da luz y sabiduría y os fortalece para superar las pruebas de cada día y la pruebas que la vida os tengan reservadas. Yo, Jesús, os hablo. 

La unión de todos los grupos, la unión de todos los sacerdotes fieles a Dios y al Evangelio verdadero de Cristo, debe ser lo primordial en vosotros, porque aisladamente no venceréis, salvo raras excepciones. 

El mal tan generalizado y tan extenso que va a venir, debéis afrontarlo en estrecha unión de todos los grupos y sacerdotes que deseen perseverar hasta el fin en la Verdad de Cristo. Y digo Verdad de Cristo, porque quieren deformar y mal interpretar el Evangelio auténtico, con Biblias falseadas y Nuevos Testamentos vulnerados y adaptados a los tiempos presentes que son tiempos de errores y engaños.

Mi Padre Celestial es también Vuestro Padre, pero ¿quién se dirige a El como tal? Debéis honrarle y contad con El en todo, pues El es un Padre como no hay ningún otro ni en la tierra ni en el Universo.
A Mi Santo Espíritu debéis invocarlo en todo lo santo que hagáis, para que Su luz e inspiraciones sean para vosotros guía de los pasos espirituales que deis y a Mí, hijos Míos, honradme en el Sacramento del Amor, porque allí estoy realmente presente y os espero con verdadero deseo de que Me visitéis.

Mi paz y la de la Santísima Trinidad estén con todos vosotros. Yo os bendigo en el nombre de Mi Padre, en el nombre de Mí Mismo, y en el nombre de Mi Santo Espíritu. Cuando os santiguáis también lo hacéis en el nombre de las Tres Divinas Personas, por tanto, cuando os santiguáis vosotros mismos os bendecís.

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Cuando recéis, hacedlo con más esmero y con más delicadeza, puesto que la oración os pone en la presencia de Dios. Yo, Jesús, os hablo. Toda alma que se ponga a rezar y se ponga ante la presencia de Dios debe ser consecuente ante el Ser Supremo a quien se dirige, pues Dios es el Ser más grande que existe y que nadie, ni toda la humanidad junta podrá nunca igualar, ni comparar.

Los rezos son actos de amor que se dan a Dios y son súplicas que se hacen al Sumo Hacedor, de ahí, que los rezos deben hacerse con composturas recatadas, y sin correr, pensando y meditando lo que se dice, pues van dirigidos al Ser Supremo y este Ser, Dios Todopoderoso, los escucha, y los recibe. Yo Jesús, os hablo.

Cada vez que os pongáis a rezar invocad a Mi Santo Espíritu para que El en el rezo os de luz y fervor y para que el espíritu del mal se aparte de vosotros, ya que el Espíritu Divino y el espíritu del mal, no pueden estar en el mismo sitio. Invocando a Mi Santo Espíritu desplacéis de vuestro entorno a todos los malos espíritus que mientras rezáis quieren acercarse para distraeros, molestaros, o para sugeriros ideas o cosas que nada tienen que ver con el rezo.

Ved hijos Míos que Mi Madre Santísima rezaba como un ángel en total recogimiento y consciente de lo que Ella rezaba. Su oración era valiosísima por las disposiciones en que la hacia. Era tal su oración que Mi Padre Eterno la esperaba y la recibía con gran anhelo, pues Ella le daba gloria en sus oraciones practicando toda clase de virtudes, entre ellas la fe, la esperanza y la caridad que las tenia en plenitud, y cuanto más oraba Mi Madre, Mi Padre Eterno, más la enriquecía dándole toda clase de gracias celestiales.

A ti hija Mía te lo digo también, que tus rezos sean más conscientes hacia el Ser a quien te diriges y tus composturas lo sean también, y aunque se hija Mía que rezas con el corazón, debes centrarte más en los que rezas y no distraerte con nada. Yo, Jesús, Tu Salvador, te hablo.

Os enseño para que seáis santos ante la mirada de Mi Padre Celestial, para que vuestras oraciones y súplicas vayan revestidas de las disposiciones que Mi Padre requiere, y deseo, que aunque seáis humanos os esforcéis en rezar como si fuerais ángeles o como lo hacia Mi Santa Madre. Yo Jesús, Vuestro Salvador, os hablo. 


Del libro: Dadme de beber. Con licencia eclesíastica