¿Un cisma en la Iglesia Católica?




Católicos de renombre que no se van a jugar su reputación por absurdas declaraciones, como Englisch, Spaemann y Moynihan, editor jefe del Inside the Vatican, hablan ya de un cisma en la Iglesia. Además, el columnista italiano Giuseppe Reguzzoni, ha declarado: una voz ilustre de la Curia romana asociada a un importante periódico católico, no ocultó la ira del cardenal Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, al constatar que el texto de la última exhortación papal, Amoris Laetitia, que se le dio para ser revisado era mucho más inocuo que el que después fue publicado. También el Arzobispo Bruno Forte, durante una disertación sobre Amoris letitia en el Teatro Rossetti de Vasto, según el noticiario Zona Locale, refirió la siguiente y gravísima cita de Francisco en el sínodo pasado: “Si hablamos explícitamente de la comunión a divorciados y “recasados" –– no sabes el lío que nos arman. Así que no hablemos de eso de modo directo, procura que estén puestas las premisas, que después las conclusiones las sacaré yo”. 


No es la primera vez que el mundo católico es gobernado por un papa no electo canónicamente (el Card Danneels afirma en su biografía que él organizó un pacto entre cardenales para elegir a Bergoglio, lo que invalidaría su elección). La historia demuestra que los hombres pueden anular la voluntad de Dios para torcerla según sus deseos corruptos. Y hoy, de nuevo, uno que no es de Dios ocupa el máximo puesto de su Iglesia, aquella que Él fundo para facilitar la salvación del género humano y que ha sido tomada por sus enemigos, poniendo a uno de los suyos a destruir, sigilosa pero imparablemente, lo que Él mismo estableció y que ha sido transmitido y enriquecido paulatinamente durante estos 2000 años. 

Francisco quiere remover los cimientos establecidos, sutilmente, engañosamente, haciéndose pasar por un hombre humilde que no quiere nada para sí, y en cambio abre los brazos a una misericordia falsa que hace caer a los desprevenidos e ignorantes en las trampas infernales. Comulgar en estado de pecado grave, como un divorciado vuelto a casar por los civil, será siempre un sacrilegio contra el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesucristo, presente realmente en cada Hostia consagrada. Igualmente cualquier otro pecado sexual no confesado, impide al hombre el acercarse a la eucaristía. Estas son los principios definitivos que ningún hombre puede cambiar, aunque se siente en el mismísimo trono de Pedro. La maldad ha tomado la sede petrina y nadie, a menos que sea malo o voluntariamente ignorante, está eximido de acatar la voluntad de Cristo, si es que quiere alcanzar la vida eterna.


Maria Dolores Bravo