"Te he dejado descansar
un poquito, Josefa; ahora déjame que descanse en ti. Deseo darte mi
Cruz algunos momentos, ¿la quieres?
"¡Hay tantas almas que
me abandonan y también que se pierden! Y lo más triste es que a muchas
las he colmado de dones y he fijado en ellas los ojos; en cambio, me
corresponden unas con frialdad y muchas con ingratitud. ¡Qué pocas son,
qué pocas, las que me devuelven amor por amor!"
Le dio la Cruz y desapareció.
"No mires tu poquedad,
Josefa, mira la omnipotencia de mi Corazón que te sostiene. Soy tu
fortaleza y el reparador de tu miseria. Yo te daré fuerza para sufrir
todo lo que deseo que sufras".
En la noche del Domingo,
4 de Diciembre, padece un nuevo género de tormento. El demonio la
arroja brutalmente de su lecho, la derriba en el suelo, la azota hasta
dejarla casi sin sentido. Largas horas dura este indecible tormento,
que se renueva en las dos noches siguientes:
"Al fin de una de esas
noches que fue un verdadero infierno, no sabiendo qué hacer me puse de
rodillas junto a la cama. De repente escuché como un rechinar de
dientes y gritos de rabia y vi delante de mí a la Virgen, hermosa como
siempre.
"Nada temas, hija mía, Yo estoy aquí".
Le conté mis temores y lo que el diablo me hace sufrir".
"Te puede atormentar
pero no te puede dañar. Está furioso por las almas que se le escapan.
¡Valen tanto las almas! No puedes comprender el valor que tiene un
alma".
Me bendijo diciendo:
"No tengas miedo".
Le besé la mano y se fue.
El Martes, 6 de
Diciembre, al salir de la capilla, después de confesarse, sale de súbito
al encuentro de Josefa un enorme perrazo negro arrojando por ojos y
boca llamaradas de fuego. Ella extiende la mano, armada con el santo
rosario y marcha hacia adelante. Después es una serpiente la que,
engreída, se yergue a su paso. Vencido de nuevo, toma la forma que
mayor temor ha de infundir en Josefa, la forma humana. Lucha heroica la
que sostiene en toda esta temporada hasta vencer en toda esta temporada
hasta vencer... No se alteran en lo más mínimo ni su fidelidad, ni su
invariable abnegación, por más que se multipliquen, a lo largo del día,
los espantables encuentros. Y cuando la prueba que la purifica adquiere
mayores proporciones, mayor es también el abandono filial de Josefa en
los brazos de Dios.
El 28 de Diciembre, a
eso de las siete de la tarde, vuelve ella del trabajo con las demás
Hermanas, cuando le sale al paso su implacable verdugo.
Con la rapidez del rayo
la toma, se la lleva y la esconde en un desván donde la atormenta
durante un buen rato. Desde este día no tiene una hora de sosiego El
demonio la arrebata burlando toda vigilancia, salvo la de Dios. Aun a
los ojos de las mismas Madres, que nunca la perdían de vista, desaparece
como el relámpago y sólo al cabo de prolongadas y minuciosas pesquisas
la encuentran en sitos inverosímiles, en los que, por sí sola, jamás
hubiese podido penetrar. Las Superioras tiene que abandonarla a la
amorosa providencia del Padre celestial y aguardar a que El extiende su
brazo poderoso; nadie vela por la mensajera de su Amor con mayor
solicitud que el Corazón de Jesús. Cuando lega su hora, interviene para
firmar sus derechos de dueño y Señor. El demonio abandona entonces su
presa, vomitando blasfemias se hunde aniquilado por el poder divino;
Josefa se levanta extenuada, pero consciente; ora, recobra fuerzas y
valor y reanuda sus humildes tareas.
El 1.° de Enero de 1922
durante la misa de nueve -escribe-, ya casi en la elevación, sentí una
voz como de un niño que me llenó de alegría
"Josefa, ¿me conoces?"
En seguida vi delante de
mí a Jesús, chiquito, como un niño de un año o algo más, vestido con la
túnica blanca de otras veces, pero más cortita. Los pies descalzos y
el pelito rubio. ¡Estaba encantador! Le conocí en el acto. ¡Ya lo
creo que os conozco!, sois mi Jesús. Pero qué pequeñito sois,
Señor...Sonrió y me dijo:
"Soy pequeñito, pero mi Corazón es muy grande".
"Por eso he querido que lo conozcas y te he puesto muy dentro de El".
Le pregunté: Jesús mío, ¿he terminado ya de sufrir por ahora?"
"Todavía tienes que
sufrir un poco más; y a añadió: necesito corazones que amen, almas que
reparen, víctimas que se inmolen... pero sobre todo, almas que se
abandonen".
"Tus Madres han hallado
la fórmula del abandono: el demonio no tiene más poder que el que le
viene de arriba. Diles que Yo estoy por encima de todos los enemigos".
"He querido hacerme tan
pequeñito, Josefa, para que tu también seas muy pequeña. Y he querido
humillarte para enseñarte cómo debes ser".
Me bendijo con su manita y se fue.
El Miércoles, 11 de
Enero, su director espiritual, para fortalecerla, le propone adelantar
el día de los votos religiosos, pronunciando ya desde aquel momento, el
voto de castidad.
De rodillas, inundada de
gozo celestial, Josefa renueva la donación que hiciera ya años antes,
la víspera de su primera Comunión y promete a Jesús fidelidad hasta la
muerte.
"Josefa, esposa mía,
¿sabes lo que han hecho con este voto tus Superioras? Han obligado a
mi Corazón a que cuide de ti de una manera especial. Diles que me han
dado mucha gloria".
Le pregunte si la prueba ya había terminado.
"Quiero que te abandones, que estés dispuesta a recibir los tormentos del demonio o mis consuelos".
La vía del abandono es,
pues, la que el Señor le traza, y constantemente insiste para que no se
desvíe de ella. Quiere verla avanzar a ojos cerrados, segura de El, y
libre de toda preocupación y recelo.
Creo que fue el 13 o el
14 de Enero, cuando el diablo me empezó a atormentar de nuevo y con mas
furias para hacerme perder la vocación. También quiso engañarme,
tomando la figura de Nuestro Señor.
A pesar de su derrota,
el diablo intentará varias veces repetir, el engaño Pero Josefa,
gracias a la humilde desconfianza de sí propia, y a la confianza de sus
Superiores, a quien obedece ciegamente, como al mismo Dios, triunfará de
este nuevo peligro. Por indicación de su Director espiritual, a la
vista de cada aparición, renovará el voto de virginidad; más tarde, los
tres votos de religión. Jamás podré el demonio soportar este acto de fe
y de amor sin turbarse, cambiar de actitud y de figura, traicionarse,
en fin, a si mismo y desaparecer entre blasfemias como un impostor
tomando en sus propias redes. Andando el tiempo, añadirá Josefa a la
renovación de votos, las Divinas Alabanzas, pidiendo a las apariciones
que las repitan. El Señor, la Virgen, la Santa Fundadora accederán a
ello con visible complacencia, pero el demonio, el que no puede amar,
jamas podrá pronunciar estas palabras de bendición y loor al Dios tres
veces santo. Al verse descubierto, se exaspera su rabia.
Al verla siempre igual,
siempre amable, ¿quién podrá sospechar los tormentos y angustias por
que está pasando? No podemos menos de reconocer aquí una especial
providencia, que atestigua la realidad de la acción divina obrando
misteriosamente en esta alma privilegiada.